¿Quién es el tipo de los versos?

Me defino como un hombre visionario, sencillo, un poco reservado, muy sensible, disciplinado, persistente en la conquista de sus metas, que ve en las dificultades oportunidades para seguir creciendo, aprendiendo y desaprendiendo.

Me gustan las cosas que fluyen, que se dan de forma espontánea, sin tener que forzar, siempre al natural. Amo el conocimiento, toparme con personas de vibra positiva, que me cuenten sus historias, esas que les han marcado,  las que les han hecho ser quienes son, las de ayer, las de hoy, las de mañana.

Nací en la ciudad de San Pedro de Macorís, cuna de poetas, y crecí en el municipio de Hato Mayor del Rey, en donde también estudié, volé chichigua, jugué el topao paralizao’, fui al colmado a hacer mandao’, comí conconete y busqué por mucho tiempo tazos en las papitas Lays, una sonrisa premiada en un chuflai.

En la escuela primaria, la Lengua Española fue mi materia favorita, eso me llevó a convertirme en un lector fiel de literatura clásica y también de historia. Participaba en distintos concursos nacionales de literatura, resultando escogido ganador en muchos de ellos.

En 2008, entré al Instituto Tecnológico de Las Américas a estudiar Multimedia, con la intención de ser dj y diseñador de videojuegos —¡oh wow!—,  una decisión un tanto extraña para aquellos que aún hoy me escuchan decir eso, pues muy perfil apunta a la pedagogía, la psicología y hasta el derecho, pero debo admitir que estaba loco con los carros de Need for Speed para ese entonces; eso influyó mucho, en verdad.

Tomando clases en ITLA, viajaba de lunes a viernes desde mi pueblo hasta la Caleta de Boca Chica. Me levantaba a las 5:00 a.m., para coger una guaguga a las 6 y llegar a las 7:50 a las clases de comunicación visual, audio, y otras. En ese trote duré casi 3 años, para luego empezar a trabajar en un call center que estaba en el Parque Cibernético.

Fue por ese trote, por el cansancio y la frustración de quedarme varado a cado rato en la avenida en las noches, y la falta de oportunidades en donde residía, que me apreté los pantalones un día y le dije a mi madre: “me voy a vivir a la capital”, a pesar de tener todo en contra, todo, todo.

Así fue como un miércoles 28 de agosto del 2013 empecé caminar por un trayecto de grandes dificultades, de decepciones, de caídas que me servieron de mucho, que me permitieron reconocer el verdadero valor de las cosas, que me ayudaron a identificar en dónde sí, en dónde no; gracias a eso me aferré como nunca a la escritura, mi desahogo, porque sino hubiese tenido tantos sentimientos encontrados en mi corazón, tantas cosas por sacar de mi pecho, no hubiese creado tantos versos menudos para devolverle a la vida, tantas experiencias para compartir con mis lectores.


Adivina quién soy